El libro Inventario de Monumentos Arqueológicos del Perú: Lima Metropolitana (Primera Aproximación), compilado y elaborado en 1985 por Roger Ravines para el Instituto Nacional de Cultura y la Municipalidad Metropolitana de Lima, identifica, enumera y describe gran parte del patrimonio arqueológico de nuestra ciudad, convirtiéndose en el catálogo más completo de la memoria pre-colombina edificada de Lima hasta la fecha. 

En este inventario, con el número 90, se identifica a la huaca La Viñita, ubicada en la urbanización del mismo nombre, entre el cruce de la bajada de Armendariz y la Vía Expresa, en el distrito de Barranco. La descripción textual dice lo siguiente:

"90. La Viñita

Ubicación política: 301406. Lima, Lima, Barranco

Ubicación geográfica: 12°08'20''L.S. y 77°01'43''L.O.

Altitud: 70 m.s.n.m.

Área actual (1984): 5000 m2
Montículo de aproximadamente 3 m. de alto, con estructuras de tapia, ubicado en la urbanización La Viñita, a la altura de la cuadra 53 del Paseo de La República, entre las avenidas José María Eguren, Reducto y Medardo Silva." 

Inesperadamente, la ubicación coincide con el campus de la UTEC, proyecto que se viene construyendo en el lote identificado.

Las siguientes fotografías satelitales rastrean la desaparición gradual de los restos arqueológicos a partir del año 2000:

Como es bien sabido, el proyecto del campus UTEC fue motivo de un concurso arquitectónico el cual declaró ganadora a la propuesta de Grafton Architects el 09/12/2011 y que actualmente se encuentra en construcción, sobre los restos arqueológicos de lo que fuera la huaca La Viñita. 

¿En qué momento desaparecieron los últimos restos de la huaca? y ¿cómo se permitió que un terreno que contiene patrimonio cultural de la nación pase a manos de una institución privada y además se habilite para construir sobre él?, son preguntas que quedarán en el aire por ahora.

Sin embargo, fuera del hecho de que la gradual desaparición de nuestro patrimonio arqueológico se formalice de la forma más sombría y perversa, es importante reflexionar sobre el significado y el valor que lugares como estos podrían tener si los incorporamos a una estrategia de espacios públicos orientada hacia el ciudadano y la consolidación de su vida en comunidad.

¿Que pasaría si en lugar de la mole de concreto de una universidad privada se hubiese realizado oportunamente un parque, para salvaguardar los restos arqueológicos en vez de borrarlos por completo del mapa?

Actualmente, el campus de la universidad privada supone una ruptura del tejido de la urbanización, no solo por la escala descomunal del edificio en construcción, sino por la discontinuidad de la trama urbana que este implica.

Un parque huaca establecería una relación directa con la vida del barrio articulándose a espacios como el Museo de arte contemporáneo, los espacios alrededor del estadio Galvez Chipoco e incluso el parque Torres Paz (de escala barrial y el más cercano a él). Un espacio público como este, donde niños, adolescentes, ancianos y ciudadanos de todas las edades y procedencias, puedan conocer y aprender a apreciar nuestro patrimonio precolombino a través de programas educativos y culturales (como ya se ha venido haciendo en huacas como Palomino, Mangomarca o Mateo Salado) pudo haber sido altamente beneficioso para la comunidad y el distrito entero, articulando una red de espacios culturales y deportivos en perfecta sintonía con la vocación que en los últimos años ha adquirido Barranco.

Un espacio dedicado al estudio de nuestro pasado histórico, a la recreación e integración de los vecinos y la consolidación de la vida en comunidad de la ciudad, que nunca será... pero una experiencia que debe quedar claramente grabada en nuestra memoria PARA QUE NO SE VUELVA A REPETIR.

La huaca ha muerto... ¡Larga vida a la huaca!